Hasta el último de sus días calzó alpargatas y habitó una chacra (una cabaña) a las afueras de Montevideo, junto a su esposa, Lucía Topolansky, ex vicepresidenta uruguaya. Vivían rodeados de gallinas, corderos, vacas, y, además, cultivaban flores y labraban una huerta. El transporte familiar, una vieja Vespa y un escarabajo Volkswagen.
Murió Pepe Mujica

«No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje. Vivo con lo justo para que las cosas no me roben la libertad». Así explicaba su sencillo estilo de vida José Mujica, que accedió a la Presidencia de Uruguay en 2010 y se marchó en 2015 con una imagen positiva en la opinión pública de, nada más y nada menos, el 65% de la población.
«Pepe», como le llamaban afectuosamente casi todos los uruguayos, falleció este martes en Montevideo a los 89 años a raíz de complicaciones de salud, causadas por un cáncer de esófago, según anunció el presidente uruguayo, Yamandú Orsi. «Al fin y al cabo, que me quiten lo bailado», se alentaba el propio Mujica a sí mismo meses atrás al anunciar su enfermedad en rueda de prensa.
En un subcontinente como Sudamérica con tantos políticos convertidos en millonarios tras pasar por la función pública, Mujica ha despuntado por su honradez y austeridad, alejado de cualquier interés material. «Las sociedades contemporáneas –observaba- nos transforman en adictos consumidores».
Su aspecto campechano y la naturalidad con la que hablaba de su filosofía de la vida silvestre atrajeron a distintos personajes de todo el mundo a su granja. Desde el cineasta Emir Kusturica, que filmó un documental sobre su vida, hasta el fallecido astro del fútbol mundial Diego Armando Maradona. Él los recibía con pan crujiente y vino fresco en la mesa.
Ese viejito amable y de frases sabias e ingeniosas, sin embargo, contrastaba con el «Pepe» que de joven empuñó las armas por la revolución socialista. En la década de los 60 del siglo pasado participó activamente en el ‘Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros’, la guerrilla urbana de izquierdas en Uruguay.
En el marco de la Guerra Fría e inspirado en la revolución cubana de los hermanos Castro y el argentino Ernesto ‘Che’ Guevara en 1959, ‘Tupamaros’ intentó repetir aquella experiencia del foco guerrillero, un puñado de combatientes soñaba levantar al pueblo y conquistar el poder.
Su gobierno se distinguió por una marcada subida del gasto social. Gracias a ello, según datos oficiales, el desempleo cayó del 13% al 17% y el salario mínimo aumentó un 250%. También aprobó las leyes de despenalización del aborto y del matrimonio igualitario. Y, de forma atrevida e inédita, nacionalizó la marihuana.
«No es bonito legalizar la marihuana, pero peor es regalar gente al narco», se justificaba. Uruguay es el país con mayor regulación oficial del cannabis: el Estado tiene injerencia en el cultivo, manufactura, venta y distribución, además de acceso a las listas de consumidores y los clubes de fumadores.
Ya de vuelta de todo y retirado en el campo, donde enseñaba trabajos rurales a chicos pobres, Mujica admitía los altibajos de su gestión. «Sacamos a bastante gente de la extrema pobreza, pero –reconocía- no los hicimos ciudadanos, los hicimos mejores consumidores. Esa es una falla nuestra».