Hoy se cumplen 41 años de democracia ininterrumpida en la República Argentina
“Ha sido la participación de la ciudadanía argentina en su conjunto lo que ha garantizado que este proceso de democratización de los argentinos culminara con éxito”, expresó entonces Raúl Ricardo Alfonsín, el flamante presidente electo.
“Es necesario, absolutamente necesario que todos comprendamos que este día en el que inauguramos una etapa nueva en la Argentina, inauguramos un largo período de paz y de prosperidad y de respeto por la dignidad del hombre y de los argentinos. Este día en que recibimos el saludo alborozado de las democracias del mundo y muy particularmente de las democracias de los países de América Latina, como la de Uruguay, como la de Paraguay. Este día debe ser reconocido por los argentinos, como el día de todos. Acá hemos ido a una elección, hemos ganado, pero no hemos derrotado a nadie, porque todos hemos recuperado nuestros derechos”, dijo Alfonsín aquel histórico 30 de octubre de 1983, el Día de la Restauración de la Democracia.
En aquellos comicios de 1983 triunfó la fórmula de la Unión Cívica Radical (UCR), compuesta por Raúl Alfonsín y Víctor Martínez, que se impuso sobre la del peronismo que integraban Ítalo Luder y Deolindo Felipe Bittel. La UCR obtuvo casi el 52% de los votos y ganó la presidencia, para escribir un nuevo capítulo en la historia nacional, a partir del 10 de diciembre de ese mismo año.
30 de octubre de 1983
La participación en esa elección fue masiva y nadie quería dejar de votar y de ser protagonista de ese momento histórico. El pueblo salió a las calles de todo el país a festejar. Solo en el Obelisco de Buenos Aires se juntaron un millón y medio de personas.
En ese entonces las mesas no eran mixtas. En las filas, muy extensas, nadie se molestaba por la demora. Valía la pena esperar.
A la muchedumbre con ansias de dejar atrás la sombra de la dictadura cívico-militar se le sumaban unos nuevos protagonistas: niños y niñas asombrados y divertidos que acompañaban a votar a sus padres y madres.
A las 18 horas los canales de televisión abrieron sus transmisiones. En ATC Roberto Maidana y Mónica Gutiérrez, entre otros periodistas, se disponían a encabezar una transmisión de casi 12 horas.
Después hubo que esperar bastante para saber los resultados de las primeras mesas. El centro de cómputos se instaló en el Centro Cultural San Martín, un lugar que, poco después, volvería a ser sede de una instancia vital para la democracia argentina y su consolidación: allí durante 280 días funcionó la Comisión Nación sobre Desaparición de Personas (CONADEP).
Alfonsín, su familia, parte de su equipo y el candidato a vicepresidente, Víctor Martínez, recién arribado de Córdoba donde había votado, se instalaron en Boulogne, en la quinta del empresario Alfredo Odorisio. Allí recibían llamados telefónicos y miraban la televisión anotando cada resultado parcial.
Ítalo Lúder estaba en el edificio de Reconquista al 1000 en el que había montado su búnker. Allí esperarían. El entusiasmo y la euforia inicial fueron mutando en cautela y silencio ominoso.
Una vez más sonó el teléfono en la quinta de Boulogne y quién atendió supuso que se trataba de una broma. Era alguien de presidencia que se ponía a disposición, que establecía la custodia oficial para el nuevo presidente. “Dijo eso: Presidente”. En ese momento, Alfonsín, su familia y sus hombres se convencieron del triunfo. El nuevo presidente decidió ir a la Casa Radical, a la sede de su partido, en donde se había congregado una multitud.
Al día siguiente, Lúder, el candidato justicialista, visitó a Alfonsín y lo felicitó por su victoria. El radical de inmediato le hizo una generosa oferta: ser presidente de la Corte Suprema. Lúder declinó la propuesta pero sugirió el nombre de Enrique Petracchi.
A tan solo tres días de haber comenzado el mandato, Alfonsín decretó lo que sería otro de los hechos históricos más movilizantes de la Argentina: el juicio a los miembros de las tres juntas militares que usurparon el poder en 1976.
Con el retorno de la democracia, la cultura vivió un momento único y muchos artistas e intelectuales comenzaron a volver del exilio. Mercedes Sosa, por ejemplo, que empezó a grabar colaboraciones con otros músicos como León Gieco, Víctor Heredia y Fito Páez. El teatro abrió espacios en los que se presentaron distintas obras y actividades culturales, entre ellos Teatro Abierto, el Café Einstein y el Parakultural. Y el cine estrenaba películas contextualizadas históricamente como La historia oficial, de Luis Puenzo, ganadora del Premio Oscar a la Mejor Película Extranjera en 1985.